Soy gorda

22 de septiembre de 2016
Esta es una entrada de una colaboradora invitada, si gustas mandar tus escritos a Yo, Lolita no dudes en dejar un mensaje con tus datos de contacto para hacerte llegar la información. 

Autora: Itzia Rangole, publicado originalmente aquí
Edición de estilo: Nadia A.

Ilustración de Mariana Avila


Ante el vicio de las personas de usar mi cuerpo para descalificarme, tengo una respuesta: 

Gorda es un adjetivo calificativo usado para “personas o animales que tienen una cantidad excesiva de grasa corporal”. Gorda es también el apelativo con el que se refieren a mí cada vez que quieren insultarme: Pasando por el recuerdo de la primaria cuando fui “gorda mantecosa”, hasta la actualidad, donde inmediatamente después de que una persona se siente ofendida por mí, me grita: “pinche gorda”. Gorda. Soy una persona que tiene por propia voluntad y desidia un peso mayor a los 100 kilos. Nunca he sido delgada; desde los 17 años la báscula comenzó a señalar 4 dígitos cada vez que me pesaba: Comenzó en 101.3 y terminó en 135.7 kg. Me he sometido a 3 regímenes alimenticios que me han hecho perder 10, 15 y 25 kilos respectivamente; sus efectos duraron alrededor de un año antes de desvanecerse completa o parcialmente. Pasé la primaria siendo la última de la fila, la más ancha, la más alta. Curse la secundaria odiando educación física y ocultando mi cuerpo por medio de pantalones holgados y chamarras dos tallas mayor. En preparatoria adelgacé lo suficiente para comenzar a escuchar “lo bien que me veía” y lo “mucho que iba a cambiar mi vida”. En los 4 años de la universidad mi peso fluctuó desde la talla más grande que he alcanzado hasta la más pequeña.

El mundo me dejaba ser gorda a cambio de un peritaje que yo pagaba puntualmente: Podía comer siempre y cuando me avergonzara de qué y cómo comía; podía ser gorda siempre y cuando supiera que ser gorda está mal y bajara mi mirada deslumbrada por la bella y exquisita delgadez, la cual se tendría que convertir en el objetivo de mi vida. El mundo y yo estábamos bien con mi gordura hasta que se me ocurrió hacer algo sumamente controvertido y, a juzgar por las reacciones recibidas, severamente reprochable. Un día me mire al espejo y el breves atisbo de autoestima que tenía por fin tomó posesión de mi mente: Me sentí bonita pesando lo que peso, entonces empezó el problema. 

Tolerando la Intolerancia

13 de septiembre de 2016
Escribo esto en respuesta a un par de personas que me llamaron "intolerante" recientemente, personas a las cuales aprecio, por lo que resentí que me tuvieran en ese concepto. He de dejar algo muy claro: Que yo critique, desdeñe o -de plano- me burle de grupos o individuos que fomenten la discriminación social podrá hacerme pesada, sangrona o mala leche, pero que no se confunda eso con intolerancia. La acusación vino cuando discutíamos sobre la "Marcha por la Familia" llevado a cabo en diversos estados de la Republicana Mexicana el pasado 10 de septiembre, organizadas por el Frente Nacional de la Familia(*), en la cual expresan su “apoyo al modelo de familia tradicional y su repudio a la iniciativa que propone el matrimonio igualitario, adopción de menores entre parejas homosexuales y la enseñanza de la ideología de género en las escuelas públicas"(*).

Fue sorprendente para muchos ver tal cantidad de gente marchando y la respuesta en las redes sociales no tardo: Toda la semana han circulado vídeos dónde entrevistan a los asistentes de la marcha evidenciando su falta de argumentos y discursos mal logrados (**), fotografías con mensajes de indignación y hasta memes dónde se burlan tanto de los organizadores de la marcha y sus asistentes como de aquellos que nos hemos quejado de la marcha. Este agitamiento de las redes sociales, nacido en torno a nuestras ideas sobre orientación sexual, derechos humanos y libertad de expresión puso sobre la mesa la “Parajoda de la intolerancia
Donde el individuo tolerante sería por definición intolerante a la intolerancia. Este problema está en el centro del dilema enfrentado por sociedades pluralistas que desean aceptar la diversidad, pero que, al hacerlo, excluyen a aquellos que no aceptan la diversidad (*)
Más sobre Ayaan Hirsi Ali

Libro del mes: Gog

6 de septiembre de 2016
Cuando leo a un autor por primera vez me gusta familiarizarme con su contexto para poder entender mejor su obra, en esta ocasión me lleve una sorpresa pues no me era del todo desconocido a pesar de que no había leído ninguno de sus escritos. Giovanni Papini (1881-1956) fue un escritor italiano de quién había leído antes gracias a la poeta Mina Loy, quién fue su pareja romántica, y a quien dediqué la entrada de "personaje del mes", hasta entonces sólo sabía que fue un autor reconocido en vida, traducidas sus obras en varios idiomas y alcanzado primeros lugares en ventas.

Pero Giovanni Papini se ganó su fama a pulso. Nace en el seno de una familia modesta, en Florencia rural, siendo ateo y escéptico por influencia de su padre se convierte posteriormente al catolicismo por convicción propia. Estudia para ser maestro y posteriormente trabaja como bibliotecario del Museo de Antropología (1902-1904), es ahí dónde conoce a numerosos intelectuales que lo animan a fundar una revista dedicad a la críticas de obras literarias y otras artes. Para 1906 publica sus primeros cuentos cortos y una colección de ensayos donde crítica a filosófos cómo Kant, Hegel, Comte, Shopenhauer y Nietzche, nadie escapa de su filosa pluma. Durante esta época mantiene un a relación romántica con Mina Loy, y junto a ella, se introduce al modernismo y futurismo italiano.

Se considera a Gog como su obra más representativa, constituida por una colección de sesenta relatos filosóficos, numerosos tal vez pero bastante cortos, todos sin una palabra de sobra y cargados del humor satírico que caracterizó a Papini en toda su obra.


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